Introducción

Hablar de Art of Murder 2: Hunt for the Puppeteer es remitir automáticamente a un fracaso, el de su antecesor, Art of Murder: FBI Confidential. La primera parte de la serie protagonizada por una agente del FBI especializada en cazar psicópatas gozó de una distribución irregular en suelo español por parte de Atari, empresa que la puso en nuestro mercado en diciembre del año pasado, casi de tapadillo y como fondo de catálogo.

Como consecuencia de este hecho, entre otros, la desarrolladora polaca City Interactive, se propuso la tarea de distribuir, bajo su cuenta y riesgo, su secuela, diseñada apenas unos meses más tarde de la finalización del primer episodio de la saga.

Lo que terminaron por poner a la venta destapó la razón de ser del poco interés de Atari.

Argumento

La agente del FBI Nicole Bonnet se desplaza a París siguiendo la pista de un asesino en serie apodado «El Titiritero». Metódico y paciente, El Titiritero ha dejado a su paso un reguero de cadáveres en Estados Unidos, antes de decidirse a cruzar el Atlántico: todas sus víctimas aparecen colgadas de ganchos tras haber sido minuciosamente desangradas. A los pies de las mismas, el criminal deja, a modo de firma, una pequeña muñequita de madera vestida con un traje de la Revolución Francesa.

Este indicio, unido al descubrimiento de un patrón común en los muertos, lleva a Bonnet a sospechar que quizás las motivaciones del Titiritero no sean tan arbitrarias como parecen. La clave podría residir en un pequeño trozo de mapa de las catacumbas parisinas, y en una X que marca un lugar…

Comentario

Art of Murder 2: Hunt for the Puppeteer se ha ganado, con todo merecimiento, ser considerada una mediocre aventura del montón. Su posición en el género es la de alejamiento prudencial: a distancia se mantiene tanto de las obras maestras como de aquellos títulos genuinamente indecentes que constituyen el acervo de todo aventurero de pro. Conserva, no obstante, un reverencial instinto para el plagio, típico de esos juegos que ahondan en la mediocridad más descarada y descarnada y que se caracterizan por la total ausencia de ideas propias.

El último proyecto hasta la fecha de City Interactive pretende presentarse como un thriller con asesino en serie, algo muy en boga y machacado actualmente, olvidándose de que lo que debe caracterizar a cualquier producto que se adscriba a esa temática es la existencia de un indiscutible ritmo trepidante. Art of Murder 2 no sólo carece del mínimo atisbo de ese ritmo, sino que, ya desde su primera pantalla, y eso sí que es meritorio, logra crear un incómodo sopor que va a acompañarlo durante las pocas horas que nos durará instalada la investigación de Nicole Bonnet.

La torpeza narrativa de la que hace gala es una de las más flagrantes que se hayan podido observar recientemente: de no ser porque de vez en cuando pueden leerse ciertos textos que pasan por diálogos, cualquiera diría que el guión es inexistente. Y no se equivocaría, pues está plagado de tantas lagunas y arbitrariedades (licencias, que dirán algunos) como para sospechar que se escribió rápido y mal. Para empezar, hay una querencia por desamparar al jugador en escenarios sin una explicación previa, con una rudeza criminal que puede dispensarse en los primeros minutos, pero que resulta intolerable conforme va avanzándose en la presunta trama. Así, cuando se llega a La Habana, por ejemplo, penúltima localización de este efímero título, uno se pregunta qué hace allí y por qué.

La ramplonería con la que se van ofreciendo las pistas y con la que van desarrollándose los diálogos tiene, muy a su pesar, una ventaja incuestionable: al ser todo tan caótico, el jugador puede tomarse cuanto le cuentan como si de una serie de bajo presupuesto se tratase; es decir, no sufrirá males mayores si, harto de tanto tedio, decide desconectar y retomar (eso sí, por razones sólo por él conocidas) posteriormente esta segunda parte de una saga con capacidad magnética para ser fácilmente olvidada.

Los giros que se introducen en la historia son venales y poco interesantes. El único aliciente que podría tener la trama, la búsqueda del Titiritero, se disipa por la manera en que se decide enfocar el asunto. Para entendernos, hay formas muy atractivas de hacerlo, luego otras que lo son menos y, finalmente, tenemos aquella por la que se decanta Art of Murder 2, consistente en la selección de los pasajes, de los diálogos y de las situaciones menos afortunadas que se pueda imaginar.

Si a ello le sumamos unas frases que parecen salidas de un vodevil barato, unos personajes huecos y sin personalidad y un planteamiento que quiere imitar a Seven pero sólo consigue acercarse a The Body, habremos dado una imagen bastante aproximada de lo que depara, a nivel narratológico, un juego que, además, copia sin contemplaciones los últimos momentos del primer Broken Sword (huelga decir que el parecido acaba resultando mera coincidencia).

Eso no es todo: por una vez, y sin que sirva de precedente, los tópicos nacionales se infiltran, con antipáticos efectos, en las aristas de un guión de encefalograma plano, de suerte que el bello pueblo oscense de Azara, tradicional ejemplo del paisaje rural aragonés, queda convertido en su versión dudosamente realista.

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